Si amas a un hombre casado,
mantienes una relación especial,
secreta y callada con su esposa.
JOYCE CAROL OATES
mantienes una relación especial,
secreta y callada con su esposa.
JOYCE CAROL OATES
Es lamentable, es terrible. Somos bestias, ése es nuestro consuelo. Nuestra justificación para no caer rendidas ante una frase que nos va a descubrir nuestro lado más salvaje y primitivo. Si amas a un hombre casado, estás también amando a su mujer. Mantienes, sí, una relación especial con ella. Y la maldices, pero también la amas. Y a través de ese hombre al que crees amar, el que cree estar casado, empiezas a tocarle las piernas, y también a besarle la boca, y le miras los ojos y te recuerdan a otro hombre casado que ya no es el tuyo, y sabes que no te ha pertenecido y que muy probablemente no va a hacerlo. Pero de pronto ya está, estás persiguiéndola por corredores de la muerte y alguien te persigue y te dicta que sigas tras ella, que no la abandones. El hombre casado queda en medio. Queda en medio, y se queda absolutamente solo.
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